jueves, 21 de noviembre de 2013

La tarifa del subte


Aproximadamente un año atrás intenté hacer un análisis respecto de la tarifa que Macri había fijado en $ 2,50 para el servicio del Subte. Con las enormes dificultades que había para obtener datos estadísticos confiables que permitieran calcular a cuanto ascendía el costo del boleto sin subsidio, traté de analizar si era razonable la tarifa fijada.
Más allá de los comentarios que al respecto hice en su momento, y que creo que se pueden seguir sosteniendo, me interesa insistir en un aspecto que planteé entonces y que a mi entender está quedando de lado en el debate, en buena medida por pautas ideológico culturales que se encuentran muy arraigadas y que limitan la capacidad para dar una mirada más amplia, aún en ciertos actores con indudable intención de priorizar políticas que apunten a una mejor distribución del ingreso.
Decía en mi nota anterior
"Fijar un boleto, nos parezca justo o no el precio, en el doble de lo que cuestan colectivos (que en algunos casos cuentan incluso con aire acondicionado) no parece ser parte de una política razonable de transporte. Proponer invertir más de $ 1.000 millones en un año para tener una política tarifaria que oriente la demanda hacia el transporte de superficie no tiene demasiado sentido."
Desde todos los sectores se coincide, aunque carezcamos de datos estadísticos confiables una vez más, en que el aumento de la tarifa del subte a $ 2,50 disminuyó la demanda del servicio, y generó a la empresa una merma de ingresos respecto de lo que se había pensado al momento de fijarla.
En cierto punto, el Gobierno de la Ciudad se encuentra preso de su propia ideología. Para sus funcionarios, empezando por el Jefe de Gobierno, la tarifa del subte debe reflejar el costo del servicio y ese costo debe ser pagado por el usuario y por nadie más. Sin subsidios salvo en casos de "sectores sociales vulnerables." Así se encuentra expresado en la ley que la Legislatura (a iniciativa del Ejecutivo) aprobó el pasado 19 de diciembre, y que fue promulgada una semana después con el número 4472:
Art. 36.- Sin perjuicio de lo dispuesto en otros ordenamientos, la Autoridad de Aplicación deberá subsidiar la totalidad de la tarifa a aquellas personas que padezcan limitaciones físicas que impliquen un impedimento al acceso al servicio, jubilados y/o pensionados así como estudiantes del ciclo primario de gestión estatal.

Asimismo, podrá subsidiar en forma total o parcial la tarifa a aquellas personas que integren sectores sociales vulnerables que serán determinados por la autoridad de aplicación.

En ambos casos, la Autoridad de Aplicación podrá disponer que se financie con recursos del FONDO SUBTE. (la negrita es mía)

La ley no deja demasiado margen a plantear una política tarifaria que promueva el uso del transporte público bajo superficie. Sólo se autoriza el subsidio (y no es obligatorio como en el caso de discapacitados, jublilados y estudiantes primarios, algo que ya existe en el contrato de concesión vigente) hacia personas de bajos ingresos.

"Distorsiones"

Cuando meses atrás el Gobierno Nacional y el Gobierno de la ciudad intercambiaron spots con sus posturas respecto del tema, el cierre del video de la Ciudad hablaba de “mentiras y distorsiones”. Vale la pena detenerse en este último concepto. Un primer significado de la palabra lo pondría casi como sinónimo de mentira: “deformación de un hecho o de las palabras de alguien”. Pero es más interesante hablar del concepto desde otro lado, ya que el mismo fue utilizado en el decreto de aumento de la tarifa del subte hace ya más de un año:

dicho subsidio tiene como fin mantener estable el valor de la tarifa que abonan los usuarios del servicio, generándose así una distorsión entre el valor real de la tarifa del servicio y el que abonan efectivamente los usuarios;” (la negrita es mía).

El concepto de distorsión en este caso se utiliza de una forma típica de los economistas amantes del libre mercado: cualquier intervención en la economía o los precios por parte del Estado es una “distorsión” y el uso del término tiene una connotación negativa. 
Ojo al piojo, que hay una pequeña escaramuza (no sé si da para batalla) cultural ahí. La intervención del Estado en la economía no sólo altera precios (lo que en términos de promover el transporte público bajo superficie es muy valorable), sino que esas modificaciones pueden tener un efecto más que positivo en la economía. Tomemos la AUH como ejemplo: la gente que recibe las asignaciones tiene la más alta propensión al consumo. ¿Qué significa? Que destina todo o casi todo su ingreso a consumir y me refiero a consumir bienes básicos, no comprarse un coche importado o irse de viaje al exterior. Esto impacta en la economía muy fuerte, los almacenes venden más, la gente se puede comprar alguna pilcha o lujos por el estilo. Obviamente, los comerciantes que les venden son tipos de clase media, que a su vez compran más a los mayoristas y consumen artículos un poco más caros; van al dentista, se deciden separar del/la hinchapelota que tienen al lado y le pagan a un abogado para divorciarse, o mandan los pibes a un colegio privado. Todos estos pequeños movimientos generan más empleo y mejores ingresos no sólo para los que reciben la AUH sino también para los que están por arriba: clase media, entre ellos.
¡Bienvenidas las distorsiones que le genera la política a la economía!
Los subsidios son claramente una “distorsión”. Lo que queda de manifiesto, porque de hecho quedó claro cuando se aumentó la tarifa del Subte, es que para Macri el costo del servicio y la ganancia del concesionario deben ser abonadas por los usuarios del Subte. En este caso estamos también ante una negación de la política y de sus consecuencias: así como el aumento de la tarifa a $ 2,50 provocó una disminución de los usuarios del subte (y por ende un mayor volumen de traslados sobre la superficie), una nueva suba podría agravar el problema. De hecho, el cuadro que ilustra este post surge de las estimaciones que el propio Gobierno de la Ciudad hizo respecto del efecto del aumento del boleto cuando se decidió subirlo a $ 3,50 (obviamente, dado que se concretó recientemente, la caída en el 2013 no será tan drástica).
Casi 100 millones de pasajeros menos en el Subte, complicando más el tránsito por sobre la superficie y dando lugar a una extraña forma de mejorar el servicio: aún con menos formaciones (como en la línea A, donde se colocaron los vagones nuevos comprados por el Estado Nacional y se retiró un número mayor de formaciones viejas), con menos pasajeros se puede lograr viajar más cómodo. Eso sí, siempre y cuando la empresa concesionaria no termine disminuyendo las frecuencias aprovechando la desarrollada capacidad de los pasajeros para transportarse cual sardinas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails